sábado, 31 de enero de 2015

Ni de Venezuela ni de Washington (El gobierno cubano depende de Venezuela - segunda parte)


Editorial 


Aunque las relaciones Cuba-EEUU fueran las mejores del mundo, los cubanos no podemos esperar que Washington resuelva todos nuestros problemas. Podrán cooperar y enseñarnos mucho, y en casos de emergencias, como ciclones o desastres naturales, sin duda ayudarán. Pero es un país de leyes, derechos, propiedad privada y presupuestos, y sus gobernantes no pueden utilizar los recursos de la nación a su antojo.

Cuba lo que necesita es experiencia de gobiernos responsables, leyes serias, inversiones, tecnología, capacitación de trabajadores, investigación y desarrollo, emprendedores, libertades sindicales, no a Chávez o Maduro regalándole Venezuela a los Castro. La dictadura desea inversiones por 2,500 millones de dólares al año para crecer 5-7% anual y desarrollar el país. No obtiene dinero, porque los inversionistas extranjeros no confían en el gobierno cubano ni en sus leyes. Y hay que renovar las industrias con tecnología moderna, construir nuevas fábricas, refinerías e instalaciones productivas y turísticas, recuperar la producción agropecuaria, industrial y pesquera, ampliar la generación de electricidad, modernizar el transporte, reparar puertos, aeropuertos, autopistas, carreteras y ferrocarriles, capacitar trabajadores para las nuevas tecnologías, crear modernos sistemas de telecomunicaciones.

Y producir materiales de construcción para edificar viviendas para la población y reparar las existentes. Construir y reparar policlínicos, hospitales, escuelas, universidades, calles, acueductos, alcantarillados, recogida de basura, caminos vecinales, conjuntos deportivos, parques y centros de esparcimiento y recreación, y muchas cosas más.

Nada de eso lo puede resolver Raúl Castro. Ni Venezuela, que está en crisis. Ni saldrá de una varita mágica que pudiera tener Obama o algún presidente de EEUU. Ni la Unión Europea. Ni tampoco el exilio por sí solo. No hacen falta milagros. Necesitamos  inversiones extranjeras y de cubanos para reconstruir la nación. Y todo comienza con un gobierno democrático, que respete las leyes y derechos humanos, donde los ciudadanos cumplan sus obligaciones y disfruten sus derechos y oportunidades, y nadie pueda actuar como le de la gana por encima de la ley. En definitiva, libertad y democracia.

Cuando se logre eso el mundo confiará en Cuba y los cubanos, aparecerán inversiones necesarias, créditos internacionales, asesoría realmente especializada, capacitación de los trabajadores para el mundo moderno, oportunidades de negocios para toda la población. Y comenzarán realmente a solucionarse problemas que durante más de medio siglo no hubo interés en solucionar.

Entonces hará falta toda la laboriosidad de los cubanos, el esfuerzo para superarnos y prosperar, y nuestra capacidad para hacer negocios. Virtudes que siempre han existido en la población, pero que la dictadura pretendió aplastar y eliminar. Con nuestra tenacidad y confianza en nosotros mismos demostraremos que también en eso los hermanos Castro fracasaron.





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